COMPARSA DE GIGANTILLAS DE ZAMORA

El mito de los gigantes es particularmente antiguo. Presente en la mayoría de las religiones de la antigüedad no llegó a desvanecerse hasta el siglo XIX. Los gigantes son también un elemento festivo muy viejo. Las figuras que hoy conocemos están asociadas a la festividad del Corpus Christi, para la que nacen y de cuya procesión pasan a ser un componente imprescindible. En España su presencia está documentada desde fines de la Edad Media, aunque no llegó a generalizarse hasta avanzado el siglo XVI. En su difusión jugaron un papel destacado los modelos festivos del Corpus madrileño y toledano.
El significado de estas monumentales y grotescas figuras ha sido, según las épocas, cambiante, y así se les ha asociado a la herejía, al orgullo, al poder, al pecado… en definitiva al mal que huye ante la presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía al que se humilla y rinde pleitesía. Su tipología, común en la mayor parte de las ciudades españolas, incluye reyes, razas, pueblos o naciones, cuyo simbolismo ha sido también interpretado como expresión de la misión ecuménica de la Iglesia.Si en los siglos XVI y XVII fueron considerados un elemento sacro, alegórico-moralizante, en la segunda mitad del siglo XVIII los obispos ilustrados criticaron su participación en la procesión del Corpus, por entender que su presencia no sólo causaba irreverencias, sino que era impropia del culto sacramental. Sus presiones conseguirían en 1780 la promulgación de una real cédula que prohibió su salida en todas las funciones religiosas. Merced a esta prohibición los gigantes dejaron de salir definitivamente en muchas ciudades. No obstante, su extraordinaria popularidad lo rescató, pasando a ser, desde el siglo XIX, un elemento singular de la tradición festiva española.
La primera vez que los gigantes acompañaron la procesión del Corpus en Zamora fue en 1593. El Ayuntamiento y el Cabildo Catedral acordaron desde entonces costear a medias los gastos que su salida causasen. Este convenio, roto en algunas ocasiones, se mantuvo hasta 1768, cuando el obispo Antonio Jorge y Galván prohibió su salida. Tras las censuras episcopales el Ayuntamiento quedó como único propietario de los gigantes, encargándose en solitario de su mantenimiento.
Construidos con materiales efímeros (cartón y madera), en el transcurso del tiempo fue necesario renovarlos en varias ocasiones. Sabemos que al menos se hicieron nuevos en 1696, 1733, 1840, 1885, 1954, 1977 y 1996.
Los gigantes zamoranos siempre fueron cuatro, y posiblemente ya en el siglo XVII se les conocía con los nombres de: El Turco, La Negra, El Español o El Abuelo y El Ramón. Estos cuatro personajes son representación alegórica de las cuatro partes del mundo: Asia, África, Europa y América,respectivamente.
Pese a contar con abundantes testimonios sobre su hechura y reparos, apenas tenemos datos de quienes fueron sus autores. Tampoco poseemos detalles de su apariencia, si bien cuando en 1885 los hace Ramón Álvarez se compromete a respetar su antigua planta, de modo que desde entonces para acá, cuando se han construido de nuevo, se ha imitado su traza.
Vestidos desde antiguo con telas de vivos colores, apenas si llevan adornos. La Negra porta un arco con aljaba y flechas; El Español ciñe espada al cinto y lleva gorro militar; El Turco se toca con turbante y lleva una cimitarra, y El Ramón empuña un cetro.
Aunque se documentan varias salidas de carácter extraordinario, los gigantes lo hacían tradicionalmente la víspera del Corpus, en la procesión de este día y en su Octava. Su popular y alegre presencia se acompaño de la música de la gaita y el tamboril, a cuyos sones danzaban.
Cargar con los gigantes fue tarea encomendada a gentes acostumbradas a realizar grandes esfuerzos físicos: los ganapanes. Esta labor sabemos la realizaron desde el siglo XVII los mozos del Peso Mayor de la ciudad. A fines del siglo XIX el testigo pasó a los bomberos, y hoy es la Asociación Cultural Tradición y Música Popular la que los saca y se encarga de su custodia y mantenimiento.
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